El niño es inteligente, pero no se aplica. Vive en su propio mundo; cuando hace algo que le interesa no hay manera de captar su atención. Se distrae con cualquier nimiedad, no puede estarse quieto ni dos minutos seguidos. Está inmerso en la lectura de un texto especializado sobre un tema de su especial interés y se olvida de comer, de beber, no oye sonar el teléfono.
El caso del niño es solo un ejemplo, pero hay muchos más. Yo, cuando envío correos electrónicos de trabajo o estoy ocupado en algo que no me interesa demasiado, me distraigo con lo que sucede a mi alrededor: el canto de los pájaros afuera, los pasos de los vecinos en las escaleras, el crujido de un mueble. Es como si no pudiera centrar mi atención en cosas que no me interesan, y esto es aún más cierto cuando se me impone una tarea.
Ya desde pequeño, recuerdo muy bien este sentimiento de rechazo ante la imposición: “debes” ir a la escuela, “debes” estudiar materias que no te interesan, “debes” ir ver a tus familiares cuando, en realidad, te gustaría estar leyendo un libro. Y, siempre que hay un “debe”, mi atención se desvanece hasta volverse casi inexistente.
Lo más curioso de la atención, y esto es especialmente evidente en las personas autistas, es esta dicotomía intrínseca: la atención es extremadamente volátil y frágil en algunas situaciones, pero profunda e inexpugnable en otras. Ayer por la mañana, por ejemplo, estaba tan concentrado en investigar y estudiar el material para este artículo, que no escuché el tono de llamada de mi móvil, que me recordaba que debía prepararme para una reunión muy importante de la universidad.
Por otro lado, el resto del día tuve que trabajar en la adaptación de un máster de formato presencial a online, debido al cierre de las universidades por el covid, pero seguía pensando en otras cosas. Me costaba mucho mantener un nivel de concentración decente; mi mente vagaba desde la noticia del coronavirus, pasando por el artículo que no había podido escribir y acabando por las ganas de salir a caminar por el parque, lejos del ruido de la ciudad.
Estas situaciones, como siempre, también pueden ser comunes en personas neurotípicas, ya que, como veremos ahora, la atención parece poseer esta dualidad innata en cualquiera. Sin embargo, en el autismo (y en otras condiciones, como en el TDAH [1, 2]) este funcionamiento particularmente selectivo de la atención alcanza niveles altísimos, de modo que, cuando los neurodivergentes nos enfrentamos a una sociedad que nos exige a todos una forma de atención concreta, empezamos a tener problemas bastante graves.
El padre de la psicología estadounidense, William James, dijo: “Solo aquellos elementos que noto dan forma a mi mente; sin un interés selectivo, la experiencia es un caos absoluto. Solo el interés da acento y énfasis, luces y sombras, pone en segundo plano o hace que destaque. En dos palabras: perspectiva comprensible.” [3]
Esta idea de que la atención está de alguna manera influenciada por el interés que tenemos en un tema, y no tanto por el esfuerzo que ponemos en concentrarnos, fue desarrollada por el neurocientífico Nilli Lavie. Según él, la selectividad de la atención depende directamente de lo que él define como la “carga perceptiva” de la actividad, es decir, de la cantidad de información relevante o de nuestro interés que está presente en un tema o una tarea.
En la práctica, cuando el interés (la carga perceptiva) es bajo, los estímulos externos (definidos como “distractores”) no superan el umbral de la capacidad perceptiva, es decir, no son filtrados, y, por lo tanto, son procesados por nuestro cerebro y entran en conflicto con la atención, que no se mantiene.
Por otro lado, cuando la carga perceptiva (es decir, el interés que ponemos en un tema) es alta, los distractores (aquellos elementos irrelevantes para nuestra tarea) no se procesan, dejando que la atención (y otras funciones ejecutivas como la memoria a corto plazo) tenga suficiente espacio para funcionar y enfocarse en la tarea en cuestión. Es importante precisar que la “carga perceptiva” no es sinónimo de dificultad, sino exclusivamente de interés.
Esta característica también ha sido estudiada en relación con el autismo, y el resultado confirmaría lo que toda persona autista sabe: la atención se ve constantemente atraída por una gran infinidad de detalles, incluso en situaciones en las que el esfuerzo requerido debería garantizar una concentración lo suficientemente intensa como para eliminar las distracciones. Sin embargo, solo somos capaces de mantener unos niveles de atención extremadamente altos cuando lo que estamos haciendo nos interesa (lo que se denomina hiperfocalización).
En la práctica, el estudio[5] confirmaría que las personas autistas y las neurotípicas tienen capacidades perceptivas diferentes debido a diferencias en la organización neurológica. Si la actividad a la que nos enfrentamos no agota por sí sola la capacidad perceptiva, es decir, si el empeño que ponemos en una actividad no es suficiente por sí solo para consumir las energías disponibles y cortar cualquier otro estímulo, entonces seguiremos distrayéndonos con los pasos del vecino o el zumbido de una mosca a nuestro alrededor.
En comparación con los neurotípicos, las personas autistas tendríamos, por tanto, una mayor capacidad perceptiva, es decir, seríamos capaces de procesar un mayor número de “distractores”, elementos ajenos a la tarea que estamos realizando, sin que ello reduzca necesariamente el rendimiento de la actividad, tal y como explican los investigadores: “Este aumento de la distracción podría conceptualizarse como un reflejo de una mayor capacidad, en lugar de un déficit, a pesar de que la distracción tiene efectos potencialmente dañinos en situaciones de la vida real”.[5]
Otras investigaciones también confirmarían la hipótesis de que la percepción tiene capacidades limitadas, pero, a pesar de ello, tiende a procesar automáticamente todos los estímulos hasta agotarse, mientras que un elevado interés por un tema o una tarea sería suficiente para no dejar espacio disponible para la percepción de estímulos irrelevantes[6]. En pocas palabras: si estamos interesados en algo, no le damos a nuestro cerebro la oportunidad de distraerse.
Esta idea me recuerda a la teoría de la sistematización de Simon Baron-Cohen, quien consideraba que el estilo cognitivo autista es particularmente hábil en la sistematización, en la búsqueda, comprensión y elaboración de sistemas, y esto sucedería precisamente por una alta atención al detalle.
Sé muy bien que Baron-Cohen se equivocó bastantes veces, especialmente con la teoría (que luego resultó ser incorrecta) de que las personas autistas no somos capaces de sentir empatía. A pesar de esto, me parece plausible su idea de que “una excelente atención al detalle en condiciones del espectro autista es, en sí misma, una consecuencia de la hipersensibilidad sensorial” [7]. Esta idea coincidiría con la presentada anteriormente, según la cual, en las personas autistas, el umbral para desencadenar el bloqueo a los estímulos externos (distracciones) es extremadamente alto. Esto se traduce en una percepción sensorial sin filtros, que solo puede silenciarse cuando la carga de interés en un tema es tan elevada que agota la capacidad del cerebro para procesar estímulos irrelevantes.
Independientemente de las razones concretas que se esconden detrás de estas características, me parece necesario que se tenga en cuenta este funcionamiento diferente de la atención, sobre todo en determinados entornos (como el escolar y el laboral). Esto es importante porque puede llevar a encontrar estrategias para aumentar la capacidad de atención en ciertas personas (como en las autistas y en el TDAH) al potenciar la propensión natural a evitar las distracciones cuando uno está interesado en un tema, y porque esta habilidad puede conducir a estados muy elevados de atención y concentración.
Esta súper atención, el hiperfoco, puede ser una característica extremadamente útil tanto a nivel académico como profesional, pero con demasiada frecuencia se malinterpreta y se castiga. Cuántas veces hemos escuchado frases como las del inicio del artículo: “es inteligente pero no se aplica”, “estudia solo lo que le gusta”, “cuando hace algo que le interesa no hay forma de llamar su atención”…
Cada vez que recibimos un golpe por esta capacidad de explotar un interés particular y alcanzar niveles de atención altísimos, se nos explica que no es bueno obsesionarse de esta manera con ciertas cosas, que deberíamos actuar como los demás, que tendríamos que abrirnos más o ampliar nuestro abanico de intereses (lo que, muchas veces, significa no profundizar en nada).
Y, como me sucede a menudo, me pregunto cómo habría sido mi adolescencia si ese fuerte interés por la música no hubiera sido visto como algo enfermizo, y, en lugar de obstaculizarlo constantemente, hubiera sido alimentado, ayudado y apoyado.
Escrito por Fabrizio Acanfora para su blog.
NOTAS:
[1] Smalley, S. L., Kustanovich, V., Minassian, S. L., Stone, J. L., Ogdie, M. N., McGough, J. J., … Nelson, S. F. (2002). Genetic Linkage of Attention-Deficit/Hyperactivity Disorder on Chromosome 16p13, in a Region Implicated in Autism. The American Journal of Human Genetics, 71(4), 959–963. doi:10.1086/342732
[2]Corbett, B. A., Constantine, L. J., Hendren, R., Rocke, D., & Ozonoff, S. (2009). Examining executive functioning in children with autism spectrum disorder, attention deficit hyperactivity disorder and typical development. Psychiatry Research, 166(2-3), 210–222. doi:10.1016/j.psychres.2008.02.005
[3] James, W.A. (1890). The principles of psychology. New York: Dover.
[4] Lavie, N. (1995). Perceptual load as a necessary condition for selective attention. Journal of Experimental Psychology: Human Perception and Performance, 21, 451–468.
[5] Remington, A., Swettenham, J., Campbell, R., & Coleman, M. (2009). Selective Attention and Perceptual Load in Autism Spectrum Disorder. Psychological Science, 20(11), 1388–1393. doi:10.1111/j.1467-9280.2009.02454.x
[6] Lavie, N. (2005). Distracted and confused?: Selective attention under load. Trends in Cognitive Sciences, 9, 75–82.
[7] Baron-Cohen, S., Ashwin, E., Ashwin, C., Tavassoli, T., & Chakrabarti, B. (2009). Talent in autism: hyper-systemizing, hyper-attention to detail and sensory hypersensitivity. Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences, 364(1522), 1377–1383. doi:10.1098/rstb.2008.0337