SPECIALISTERNE EN EL MUNDO

Red internacional de oficinas

Specialisterne Foundation

La Specialisterne Foundation es una fundación sin ánimo de lucro que tiene como objetivo crear empleo para un millón de personas con autismo/neurodivergentes a través del emprendimiento social, de la implicación del mundo empresarial y de un cambio global de mentalidad.

SPECIALISTERNE FOUNDATION

Estigma social en personas autistas

Abr 14, 2023

En base a lo que se considera normal o correcto en distintos contextos sociopolíticos, existe discriminación hacia una gran variedad de colectivos: las personas LGTBIQ+, las racializadas, las psiquiatrizadas, las autistas o las discapacitadas físicas, entre muchas otras. Todas ellas tienen unas luchas y reivindicaciones concretas, pero también tienen algo en común: el estigma social que sufren en distintos ámbitos y situaciones por su pertenencia a un grupo que, desde una posición de privilegio, se percibe como inferior, menos funcional, incorrecto o incluso reprobable.

 

El término ‘estigma’ tal y como lo conocemos hoy en día -con el significado de prejuicio- fue definido por el sociólogo Erving Goffman en 1963, e implicaría una forma de exclusión hacia ciertos colectivos que comparten una condición, atributos, rasgos o comportamientos considerados inaceptables o de una categoría inferior a los de la mayoría de la población.

 

En la cúspide de esta pirámide de prestigio social encontraríamos a los hombres blancos cisheterosexuales de clase alta, jóvenes, atractivos, con estudios superiores y cuerpos normativos. Sin embargo, a medida que nos alejamos de este centro, de este baremo abstracto de deseabilidad que nos interpela en todas nuestras interacciones, vamos adquiriendo etiquetas y tratos discriminatorios por no ser suficientemente “funcionales”, o “estables”, o “cultos”, o “delgados”, en una espiral descendiente de interseccionalidad de opresiones que afectará a nuestra autoestima, a nuestra relación con los demás e incluso al derecho de acceder a las mismas oportunidades que el resto.

 

Discriminación social y ciclo del estigma

 

Según Goffman, existen tres tipos de estigmas: el físico -debido a alteraciones orgánicas o corporales visibles-, el psicológico -sufrido por individuos con conductas y rasgos de la personalidad poco normativos- y el social -discriminación por razón de nacionalidad, religión u orientación sexual, entre otros-.

 

En autismo hablaríamos fundamentalmente de estigma social, debido a la desinformación y a los prejuicios de la sociedad neurotípica, que atribuye una serie de rasgos a las personas autistas antes de dejarlas ser, de que manifiesten de facto esas actitudes y conductas estereotipadas que sobrevuelan el imaginario colectivo de la población respecto a lo que significa “ser autista”. Sin embargo, las personas autistas también recibimos estigma psicológico cuando, en efecto, expresamos nuestro malestar o incluso nuestra alegría de formas poco convencionales.

 

Por último, y antes de entrar en ejemplos concretos, habría que aclarar algunos conceptos básicos: los estereotipos se basan en procesos cognitivos, y hacen referencia a los conocimientos o creencias sobre un determinado grupo; los prejuicios son las emociones que nos provocan esas consideraciones, y que, a su vez, pueden suscitar comentarios y calificativos desfavorables hacia el grupo estigmatizado, y la discriminación englobaría todos los actos concretos -sutiles o no- de rechazo o exclusión. Estos tres conceptos -que, además, se retroalimentan entre ellos- conformarían el ciclo del estigma.

 

Estigma relacionado con el contacto visual

 

Según un estudio (Gillespie-Lynch et al., 2020), el hecho de explicar las razones que hay detrás de ciertos comportamientos se traduce en una reducción del estigma -en todas las condiciones y diagnósticos investigados, excepto en la psicopatía-. Por lo tanto, podemos afirmar que es muy importante visibilizar el autismo -fundamentalmente en primera persona-, derribar mitos y estereotipos, expresar nuestras inquietudes, miedos y necesidades, y, en definitiva, informar y educar a la sociedad para luchar contra el estigma.

 

Por ejemplo, las personas autistas solemos experimentar incomodidad al mantener contacto visual; sentimos que es demasiado invasivo, o que no podemos concentrarnos en lo que nos están diciendo porque debemos fijarnos en demasiados estímulos, o que somos incapaces de elaborar una respuesta si dedicamos nuestra energía a mirar a los ojos.

 

Para los neurotípicos, en cambio, no hacer contacto visual es un signo de mala educación, de desinterés, de falta de atención -cuando nosotros, precisamente, evitamos ese contacto para escuchar atentamente lo que nos están contando-, de deshonestidad o de deslealtad.

 

No conocen qué se esconde realmente detrás de este acto -que ellos suelen tener perfectamente integrado y automatizado-, y, por lo tanto, debido a ese ciclo de estigma -cuyo origen es el desconocimiento y, por ende, el miedo y el rechazo-, le atribuyen una serie de explicaciones y calificativos tremendamente injustos, desfavorables e incorrectos, de manera que deshumanizan y caricaturizan al “otro” que no se comporta igual que ellos y lo relegan a una categoría social inferior, según la cual “esos otros” -los que no miran a los ojos, como, por ejemplo, muchas personas autistas- son mentirosos, despistados, maleducados e incluso poco capaces intelectualmente, sin preguntarnos en ningún momento si nuestros motivos se corresponden con lo que ellos piensan.

 

Meltdowns y colapsos sensoriales

 

Otro ejemplo lo encontraríamos en el mito de que las personas autistas son violentas. Esto suele ser algo anecdótico, poco frecuente -de hecho, es mucho más probable que una persona autista sea víctima que agresora-, pero el estigma sobredimensiona las conductas residuales y las convierte en norma, como si todo el colectivo autista compartiera los mismos rasgos -obviando completamente que el autismo es un espectro-.

 

De nuevo, es cierto que podemos tener meltdowns y colapsos sensoriales, pero debemos ahondar en las causas y en el origen de ese malestar, de esos gritos de auxilio en forma de estereotipias o de ataques de ansiedad, en lugar de pensar que somos “demasiado rígidos”, “caprichosos”, “inmaduros”, “maleducados” o incluso “violentos” -y este último calificativo es muy grave, sobre todo porque no es cierto; ya hemos dicho que la violencia es residual, y, cuando se produce, suele ser en forma de autolesión, y nunca como un acto volitivo de agredir a una persona externa-.

 

Seguramente hemos aguantado muchos abusos, así como un exceso de estímulos que nos han provocado una sobrecarga sensorial, antes de llegar a ese meltdown. Y esa es nuestra forma de comunicarnos, de reclamar ajustes y medidas, y, en definitiva, de desahogarnos para seguir sobreviviendo un día más en este sistema.

 

Empatía y emocionalidades diversas

 

Otra creencia muy extendida es la de que las personas autistas no tenemos empatía. Y esto también es falso; simplificando mucho, ese mito se debe al hecho de tener un estilo de procesamiento diferente, así como de divergir en labilidad emocional, pragmatismo o en ritmos de expresión emocional, entre otras cuestiones. Ante un problema, es probable que una persona autista ofrezca rápidamente consejos y soluciones, en lugar de mostrar afecto o apoyo emocional -y esto último es lo que, seguramente, necesita la persona neurotípica-.

 

Existe, pues, tal y como propone el investigador Damian Milton, un problema de “doble empatía”, que funciona en ambas direcciones, ya que las personas neurotípicas tampoco comprenden cómo funciona el cerebro autista y, por ende, no saben cómo ayudarnos en múltiples situaciones. Las personas autistas también podríamos acusar a las neurotípicas de ser poco empáticas con nosotros, pero ese no es el camino; debemos comprender que la neurodiversidad es extremadamente rica, variada y compleja, y luchar todos juntos contra los estereotipos, los prejuicios y el estigma.

 

Burlas y comentarios capacitistas

 

El estigma nos lleva a sufrir comentarios desagradables y formas de discriminación sutiles o explícitas; por ejemplo, aislando a niños autistas en las escuelas -muchos padres no quieren que sus hijos se junten con ellos, como si el autismo fuera peligroso o contagioso-, o a través de quejas o burlas capacitistas por tener preferencia en las colas de parques de atracciones o por poder acceder a plazas de aparcamiento reservadas a personas con discapacidad.

 

Muchas personas autistas hemos sido testigos de esas miradas de desaprobación, de comentarios desagradables, incluso de insultos por tener esos “privilegios” que, según ellos -y aquí aparece otra vez el estigma- no necesitamos. Como si esos “privilegios” no fueran concesiones ínfimas e insuficientes comparadas con todas las acomodaciones, reajustes y ayudas públicas que necesitaríamos para vivir en igualdad de condiciones con la sociedad neurotípica. Como si nuestra ansiedad al estar rodeados de gente en las colas, o al no poder aparcar cerca de casa -en el caso de algunas personas autistas; obviamente, a todas no nos ocurre esto-, fuera un capricho o “ganas de llamar la atención”, tal y como hemos escuchado tantas veces. Y esto no es así: el ruido nos duele, ciertas texturas nos duelen, las temperaturas extremas nos duelen. Pero, sobre todo, nos duelen los prejuicios y los comentarios de la gente.

 

Para combatir la desinformación, el diagnóstico puede ser un gran aliado; nos permite entendernos, conocer a más personas como nosotros, liberarnos de la culpa de ser diferentes, perdonarnos. Y, a través de ese autoconocimiento, podemos empezar a hacer activismo, a explicar a los demás las razones que subyacen a nuestros comportamientos para que puedan comprenderlos y para que, poco a poco, se vaya diluyendo el estigma hacia el autismo.

Escrito por Montse Bizarro.

Bibliografía.

Gillespie-Lynch, K., Daou, N., Obeid, R., Reardon, S., Khan, S., & Goldknopf, E. J. (2021). What Contributes to Stigma Towards Autistic University Students and Students with Other Diagnoses?. Journal of autism and developmental disorders, 51(2), 459–475. https://doi.org/10.1007/s10803-020-04556-7
 
Goffman, Erving (1986 [Ed. original 1963]). Estigma. La identidad deteriorada. Buenos Aires: Amorrortu. ISBN 950-518-016-0.
 
Mak, W. W., Cheung, R. Y., Law, R. W., Woo, J., Li, P. C., & Chung, R. W. (2007). Examining attribution model of self-stigma on social support and psychological well-being among people with HIV+/AIDS. Social science & medicine64(8), 1549-1559.
 
Sasson, N. J., Faso, D. J., Nugent, J., Lovell, S., Kennedy, D. P., & Grossman, R. B. (2017). Neurotypical peers are less willing to interact with those with autism based on thin slice judgments. Scientific reports7(1), 1-10.
 
Zhang, Z., Peng, P. & Zhang, D. Executive Function in High-Functioning Autism Spectrum Disorder: A Meta-analysis of fMRI Studies. J Autism Dev Disord 50, 4022–4038 (2020). https://doi.org/10.1007/s10803-020-04461-z